Lorena traza el mapa de una zona telaraña, donde nombres de calles,
sonidos, aromas, décadas, construcciones, volúmenes, materiales,
texturas y colores atrapan su mirada y la ablandan. Veo como la ciudad
la devora, mientras ella se devora a la ciudad y la regurgita en
bloques rectangulares de materia sensible. Me obliga a pensar la
fotografía como un proceso digestivo; metabolismo circular donde no se
sabe quién captura a quién, porque cazador y presa se alimentan de un
mismo sistema en ouroboro. Pero también escanea la realidad como
detective: una cacería de lo sensible, de diversos puntos ciegos entre
el cemento, la vegetación y el cielo, de fugas visuales donde el
cuerpo deja de ser una máquina dura de movimiento perpetuo y se
transforma en una esponja.
Últimamente miraba la ciudad como una megalópolis-matadero, tal vez
por herencia de nuestra médula cultural. Los subtes eran tiras de
embutido y las nuevas torres pos-menem, fetas de carne sobre fetas de
carne, atravesadas por el hierro vertical de una máquina para hacer
kebab. Por suerte lo urbano se constituye por múltiples reinos
privados con sus propias divisas mentales. Tal vez Lorena tenga algo
de Moro y yo de Piranesi. Lo cierto es que me devolvió la posibilidad
de pensar una permeabilidad en feed-back, que la ciudad te afecte al
mismo tiempo que afectas a la ciudad. Me habló de su preocupación por
la pérdida del detenerse y contemplar. Deslizó la palabra utopía, tan
polvorienta, mientras pensaba en la ciudad poesía de Xul Solar, o en
la de Niemeyer o Gaudi. Sus fotos preguntan por un neopaisaje,
mientras te hacen flotar en el romanticismo y su sensación de lo
sublime, el abismo inabarcable que provocaba la naturaleza transportado a la megalópolis.
Zona permeable, SP. es como una mamushka. Una serie compuesta por
varias imágenes poéticas robadas a una ciudad ajena, pero
experimentada como propia; a su vez, un mapa dentro de una serie de
mapas intuidos de otras ciudades del mundo.
Es el turno de San Pablo, con su área metropolitana de 20 millones de
habitantes; el mayor centro financiero de Sudamérica, el de volúmenes
duros de concreto modernista, el que tiene más rejas, autos blindados
y galerías de arte. Algunos la llaman la ciudad que no puede parar.
Seguramente, uno de los lugares más atractivos para detenerse y contemplar,
para encontrar una grieta que ablande a la ciudad monstruo.