¿Me bendice?
1
Cansado
de la corte, Tzu Mei, es hora
del ermitaño. El bosque llama. Vea
no es que desprecie la compañía humana,
la detesto nada más. No quiero a nadie.
El
odio pareciera inapropiado, pero
sueño con los monos y su parla difusa
y río, como hace tanto tiempo. Creo
que cada flor consuma una fiesta natural.
A esta
altura de mi vida, si fue vida
la mía, debiera encontrar el humor
como pulso de las horas perdidas.
Discutir
con las ranas puede ser un don,
¿no? Lo mismo, percibir cada gota
en el filo de las hojas, del sombrero...
2
Su juventud
conmueve, Wang. Usted
me habla del bosque como redención,
con esperanza. Y yo no espero nada
mojado de pies a cabeza, seco de alma.
Sólo
mi vanidad me impide volver
a la corte, a oír de nuevo la charla
de los hombres para reír a gusto.
Ver la materia es conocer un abismo.
Cuando
la flor se corrompe, la carne
se aja igual que el pétalo glorioso.
¿Hay forma más pobre de sabiduría?
Wang,
ahora sé que las ranas distraen
sólo un rato. Después, llueve sin piedad
mientras el bonete se arruga... Lo bendigo.
para
Mercedes Marmorek
Esto es absurdo
No
cuelgues, Estragón, no cuelgues, ya sé que esto es absurdo.
Mirá que quedan pocas fichas y la conversación se acaba…
No
pierdas la esperanza, digo, la cabeza. Al fin y al cabo
eso es algo tuyo y sin eso, disculpame, te volvés experimental…
Sí,
como esa voz o voces que hacés ahora todo el tiempo,
el gemido que no para y tampoco me interesa…
¿Gogo,
me oís? Tu mundo está arruinado… Digo
no pierdas la esperanza, no esperes nada de mí.
Balada del ahorcado
Aunque
la soga ajuste y aún más, queme,
señor, le estoy concediendo este bailoteo
de piernas, que espero buenamente lo imante.
Me parecieron tan simpáticos sus consuelos:
eso del otro mundo, la versión de una vida
más moderna y ágil para la descomposición.
Por eso, me resulta civilmente indispensable
corresponder, de algún modo, a sus tonterías.
Con
todo, y muy a mi pesar, esto es así.
Desde hace un momento –habrá visto rehusé
con dignidad la capucha– veo pasar instantes
delante de los ojos. Un vodevil, un peliculín
con carros de heno y de mierda. A propósito,
¿recuerda aquellos días de campo, riéndonos
en las discusiones sobre el teatro litúrgico?
¿No fue una juventud extraordinaria aquélla?
Es
fantástico. La primavera bordaba nubes
como sueños y ahí, casi delante nuestro,
esos payasos ataviados de santos y reyes
gastaban todo un consistorio de mal gusto.
Cuánto mejor el gozo del amor, del loco
amor, los manoseos detrás de los árboles,
esa lujuria florida de pordioseros
a la que su pietismo, lástima, se rehusaba.
Pero
no tema. Lo comprendo tanto. Usted
debió ser alguien, venderse al otro mundo;
yo, sin embargo, viví por nada y soy nadie.
Mi arte, al fin y al cabo, es un desvío,
un formidable desvío. Lo suyo merece,
en cambio, la mejor de las suertes, una
rutina erizada de labores y mérito, bien
que se haya arruinado definitivamente. Sí,
creamé,
el azar me condujo por caminos
diversos. Su condición es una muestra
de fe sincera y a veces, un poco estúpida.
Lo que quiero decirle, mi amigo, es
que cualquier afirmación es vana. Usted
cura almas con ungüento de palabras,
y yo sólo hurgo bolsas ajenas, por placer,
por el placer de la carne corrupta y tangible.
Pero
los cuerpos son espléndidos, señor,
un abismo sinuoso, donde no hay lugar
a distracciones. Una suerte de escándalo
por la vida... En suma, usted habla de espíritu,
como una novela, ficta, como su bondad.
Sepa, no obstante, que mi violencia fue mi modo
de ruego. Y mi culo pesa, vaya si pesa, querido.
Sólo aspiro a que intuya la ternura, otro amor.
Ahora
mismo, creo, me ahogo y me pierdo.
Gracias por lo suyo, amigo. Hoy sí que soy actor.
¿O no subí fingiendo (casi dueño de mí)
temblores de arrepentimiento? Tal vez, la belleza
tenga su jeta de juez grave, o la del oficiante
que acaricia la cuerda. Pero esa artesanía
¿no es escenográfica? Creo haber brillado
al menos hasta esta agitación incómoda.
¡Adiós!
Ahora no siento el cuello ni sé ya
tributarle una afabilidad condigna, amén
de que preciso aire... ¡Adiós, de nuevo! Quise
reconocerle sus imbéciles generosidades,
tan abundantes últimamente... ¡Qué palabrita
‘últimamente’! ¿no? Tiene
el sonido
duro
de la libertad...
Malambo para embajadores
-silogismo nacional en figuras-
Taco
con punta, talón.
Taco con punta, talón.
Taco con taco, taco con taco.
Taco con punta, talón.
Homenaje a la bandera.
Ponchito ponchí,
ponchito ponchí,
ponchito, ponchito,
ponchito ponchí.
Vitoreo.
Talero
pa’rriba, talero pa’trás.
Talero, talero,
talero, talero,
talero pa’rriba, delante y detràs.
Zapateo
americano.
El coso de las dos cabezas
Y sí…
no hay más remedio, Ray, salir en yunta
al pozo de la noche. Vos… de impecable perramus
reforzado y yo, en este coso un tanto inicuo.
Y
sí… somos de circo, un poco clase B.
Por lo visto, el negocio reside en lo imperfecto,
en la tosca alusión al horror de pesadilla.
¿Por
qué no nos perdemos en la escena de la moto,
Ray? El punto es que mañana, no bien te mires
al espejo, me vas a ver asqueado, dormido, repugnante.
Poema
de autor elegido
UNA VISITA A WEI PA
Por Tu Fu
En la
vida es tan raro el reencuentro
de dos viejos amigos
como la conjunción de las estrellas
matutina y vespertina.
Esta noche, diferente
a todas las noches,
nos pudimos sentar juntos
bajo la luz del mismo candil.
Juventud y vigor
¿cuánto tiempo pueden durar?
Nuestras barbas y cabellos
han encanecido.
Al visitar a los viejos amigos
hallo entre los fantasmas
la mitad de ellos.
Pero ahora, al verte de nuevo
mi corazón se estremece.
¿Quién podría imaginarse
que pasarían dos décadas
antes de volver a visitar tu hogar?
La última vez que nos vimos
aún no te habías casado;
¡hoy, de pronto, veo a tus hijos
delante mío formando fila!
Ceremoniosamente, y dando muestras
de alegría, presentan sus respetos
al viejo amigo de su padre
y me preguntan de dónde vengo.
Antes de que pudiese responderles
los chiquillos traen los manjares
y el vino, poniéndolos delante nuestro.
Los puerros vernales se siegan
durante el rocío del atardecer.
Luego se los guisa frescos
con una pizca de mijo amarillo.
Mi anfitrión me habla de lo difícil
que es celebrar un encuentro
y me pide disculpas
una y otra vez.
Después de diez copas
aún no estábamos ebrios:
sólo nos tornamos sentimentales
ante nuestras reminiscencias.
Mañana nos separarán
las Colinas Occidentales
y los afanes del mundo
harán que nos olvidemos
el uno del otro.
(En Poemas Chinos de la dinastía T’Ang,
traducción de Raúl A. Ruy, Hachette: Bs.As.)
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